lunes, 7 de enero de 2013

Capitulo 4.


Dave palideció hasta el punto en que Isabelle pensó que iba a desmayarse de un momento a otro. Pero no lo hizo. Ni siquiera se sentó. Se limitó a apretar los puños y entonces comenzó a gritar.
Jace, su padre, intentaba calmarse, pero con Dave culpándolo por la desaparición de su hermana no era una tarea fácil. Ambos se enzarzaron en una discusión mientras Isabelle salía de la habitación con los ojos llorosos. Odiaba cuando la gente gritaba. No podía soportarlo. Entró en su habitación, la que anteriormente había pertenecido a su tía. Se tumbo sobre la colcha color azul y contempló el techo de su habitación. Decidió subir a la sala de entrenamiento para descargar un poco de estrés luchando, y no hacerlo con los caros muebles que adornaban el Instituto. Recorrió el Instituto hasta llegar a su destino. Al llegar allí un familiar olor a metal mezclado con el olor a gimnasio la envolvió. Cogió uno de los cuchillos que se encontraban en la pared y empezó a combatir contra un enemigo invisible mientras su cabeza no paraba de hacer conjeturas sobre la desaparición de Pattie. Su destreza era impresionante, pero no tanto como su rapidez. Sus movimientos era rápidos y gráciles como los de una pantera. Sus ojos dorados y su melena negra le daban un aspecto peligroso y letal.
El cuerpo de Isabelle estaba cargado de adrenalina, tanto que cuando unos fuertes brazos la rodearon por detrás no lograron contenerla.
—Relajate fiera. —dijo una voz familiar a sus espaldas.
Lo primero que vio Isabelle al darse la vuelta fue un pelo rubio, y unos ojos esmeralda que la miraban divertidos. Una sonrisa asomo en los labios de la chica mientras corría a abrazar a su hermano. El la estrechó entre sus brazos con fuerza.
—¡Gabriel! ¿Que haces aquí?
—Vaya, yo también me alegro de verte. —Isabelle sacudió la cabeza con una sonrisa.
—Sabes que me alegro de que estés aquí. Pero esto cada vez más parece una reunión familiar. ¿Que pasa? ¿Hay una fiesta y no he sido invitada?
—Tengo una buena y una mala noticia.—dijo Gabriel, de repente con semblante serio.
—¿Y bien?
—Si que hay una fiesta. La mala noticia es que no estas invitada.
Después de unos segundos,  preguntó:
—Bueno, ¿cual es la buena noticia?
Entonces la apareció en el rostro de Gabriel una sonrisa de medio lado. En ese momento Isabelle vio en su hermano el rostro de su padre.
—La buena noticia es que puedo colarte.



Isabelle se contemplaba en el espejo mientras el vapor inundaba la habitación. Su piel blanca y su pelo negro hacía que sus ojos dorados resaltaran en su rostro. El espejo mostraba un cuerpo delgado, de estatura media. Músculos definidos, pero no demasiado. Y cicatrices. Finas cicatrices que recorrían todo su cuerpo. Algunas eran tan leves que no se percibían si no te fijabas demasiado, otras no tanto. Algunas pertenecían a antiguas marcas ya desaparecidas, otras eran debidas a las múltiples luchas a lo largo de los años. Era el cuerpo de un nefilim. Los nefilim estaban destinados a morir jóvenes. La mayoría de ellos jamas llegarían la vejez. Jamás tendrían hijos o nietos. La muerte estaba presente siempre en sus mentes y en su vida. Se suponía que ellos estaban preparados para enfrentarse a la muerte de un ser querido. Pero Isabelle no podía soportar la idea de perder a Gabriel, a sus padres o incluso a Dave y Pattie. Se sentía comprometida con los hermanos, ya que uno de ellos le había salvado la vida. Luego pensó en Elisabeth, pero sacudió la cabeza con un rápido movimiento. No le gustaba pensar en ella. Abrió la puerta de baño, lo que le provocó un escalofrío debido al cambio de temperatura. Se puso unos baqueros y una camiseta. No solía preocuparse demasiado por su ropa, en especial cuando estaba en el Instituto. Salió de su habitación y se encontró con Gabriel, apoyado en la pared.
—Madre mía, princesita ¿cuanto tiempo necesitas para darte una ducha?
—No me llames princesita—dijo intentando parecer dura. Pero se le escapó una sonrisa.— Sabes que lo odio.
—Lo se. Y es por eso que no voy a dejar de hacerlo.
Isabelle le dio un suave puñetazo en el brazo mientras su hermano reía.
—Bueno ¿donde es la fiesta?
—En la biblioteca, madame.
—¿Una fiesta en la biblioteca? Vaya, por fin vamos a hacer algo que me gusta.
Ambos caminaron a lo largo del Instituto hasta situarse a las puertas de la biblioteca. Gabriel abrió la boca pero negó con la cabeza y empujo las puertas de la biblioteca. En esta esta estaban: su padre , Jace, estaba sentado detrás del escritorio. Su madre estaba situada de pie, detrás del sillón en el que se encontraba su padre.
La mirada de Jace reflejaba seriedad mientras que en la de Clary podía verse preocupación. Al otro lado de la sala se encontraba Dave, apoyado sobre una pared. Su rostro mostraba cansancio, angustia y frustración. Para sorpresa de Isabelle, al fondo de la sala una figura esbelta la examinaba detenidamente.
—Ya estamos todos. —dijo Jace.
—Bueno ¿a que se debe la reunión? —preguntó.
—Mi hermana esta desaparecida. ¿Le parece a la señorita suficiente razón para convocar una reunión?— dijo Dave levantando la voz.
Gabriel le dirigió una mirada envenenada y le señaló con el dedo índice.
—No te pases chico. No te pases. —Dave le sostuvo la mirada, desafiante, hasta que Isabelle colocó una mano en el hombro de su hermano y este apartó la mirada, no sin antes lanzar una mirada de desprecio a Dave.
—Vaya, cuando me invitaron a esta fiesta pensaba que iba a ser un muermo, pero al final esta siendo entretenida.
—Oh, por el Ángel, cállate Elisabeth— dijo Isabelle poniendo los ojos en blanco.
Elisabeth le dirigió una mirada de desprecio.
—Tu no me das ordenes, enana as-
—Ya basta. —sentenció Jace con una voz severa.— Hay una nefilim desaparecida, no tenemos tiempo para vuestras tonterías. —Clary apretó el hombro de su marido y este suspiró. En su cara se reflejaba un gran agotamiento.
Después de una pausa su padre volvió a hablar:
—Organizaremos una búsqueda por los alrededores del Instituto. Isabelle, tu y Gabriel revisad de nuevo el Instituto. No creo que la encontréis, pero es mejor asegurarse. —miro a Dave. — Esta débil, no puede haber ido muy lejos.
Los hermanos asintieron y salieron de la biblioteca. Caminaron en silencio, mirando en todas las habitaciones del Instituto. Tras largo rato en silencio, Isabelle habló:
—Gabriel, ¿se puede saber que hace Elisabeth aquí? ¿Tu sabias que venía?
—No, no lo sabía—respondió su hermano.— Y tengo la sensación de que papa y mama tampoco. Ni siquiera se por qué ha venido.
—¿Y tu? ¿Por qué has venido?
—Como sabes, hace poco se firmaron los Acuerdos, y tuve que viajar a Idris para vigilar el salón de los Acuerdos. Después de lo de Valentine la Clave es muy precavida y hay muchísima vigilancia en todos los alrededores. —ambos callaron durante unos segundos debido a la mención de su fallecido abuelo. — Allí me encontré con tío Alec y tío Magnus. Me dijeron que venían hacia aquí, así que decidí pasarme yo también a hacer una visita. Pero desconozco los motivos de Elisabeth para haberse presentado aquí. Hacía años que no la veía.
Y era cierto. Elisabeth nunca fue la hermana más simpática y buena que cuida de su hermanita pequeña. Es mas, siempre fue fría y calculadora. Y cruel, muy cruel. Isabelle no la odiaba, pero no sentía ningún afecto por ella. Gabriel sin embargo, le guardaba cariño. Eran mellizos, y en su niñez habían estado muy unidos. Cuando Elisabeth creció empezó a ir con la gente equivocada. Según le había contado Gabriel, Elisabeth tuvo un problema muy gordo con los vampiros que casi le cuesta la vida. Fue algo de un rollo amoroso con un tal Raphael, creía recordar Isabelle.
—Sea como sea, —dijo al fin Gabriel.— acabaremos averiguando el motivo por el que ha regresado.
Isabelle asintió y se dirigió a otra de las habitaciones para seguir buscando a Pattie. Después de revisar todo el Instituto sin ningún resultado, Gabriel fue a ayudar a sus padres y Dave, mientras que Isabelle se quedó en el Instituto, por si Pattie decidía volver. Se sentía cansada, preocupada y un tanto agobiada. Así que decidió subir a la azotea, su lugar para escapar del mundo.
Subió las escaleras y al abrir la puerta, un escalofrío recorrió su espalda. La temperatura de fuera era agradable para estar en Febrero, pero seguía haciendo frío en la calle. Se sentó en el borde del edificio. El mismo lugar donde un par de días antes había advertido el grito de terror de una chica. Y ahora esa chica estaba desaparecida por su culpa. No podía evitar pensar que si ella se hubiera quedado con Pattie, ahora ella estaría bien. No es que no se fiara de su destreza como cazadora de sombras, pero estaba muy débil y dudaba que dispusiera de armas. Un ruido a sus espaldas la hizo volver al presente. Detrás de uno de los conductos de ventilación asomaba una pequeña tira de trapo blanco. Isabelle no dudo ni un segundo. Se levantó sigilosamente, sin hacer ruido, y se encaminó hacia aquella misteriosa sombra que se derramaba sobre el suelo debido a la caída del sol. Sacó su daga, la que siempre llevaba encima, aunque si ella estaba en lo cierto, no le haría falta. Y efectivamente, no tuvo que utilizarla. Una figura pequeña se encontraba agazapada a sus pies. Su pelo moreno estaba enredado y sus ojos azules brillaban de terror.
—No me hagas daño, por favor.
La expresión de Isabelle se suavizó.
—Eh, tranquila Pattie. No voy a hacerte daño. Estoy aquí para ayudarte.
—¿Tu...me conoces? —dijo ella lentamente.
—No te había visto nunca. Hasta ayer. Intente salvarte de un demonio, pero al final fue tu hermano el que nos salvó a ambas.
—¿Mi hermano? ¿Es ese chico moreno tan mono es mi hermano, verdad?
—Si. —contestó Isabelle.
Ambas se quedaron calladas durante lo que para Isabelle pareció ser una eternidad. Sabía que tenía que avisar a los demás, pero no quería asustar a Pattie. Así que decidió esperar.
La chica miraba el cielo con aire pensativo.
—¿Por qué...—Isabelle hizo una pausa, pensando sus palabras— subiste aquí arriba?
—Me gusta este sitio. No se. Necesitaba aire, pero tenía miedo de salir a la calle. No se por qué, pero algo me decía que no era buena idea salir a la calle sin nadie que me acompañase.
—Hiciste bien.
Y ambas volvieron a callarse. Esta vez fue Pattie la que inicio la conversación.
—Están buscándome ¿verdad?
—Si.
—Es tan frustrante...cuando desperté no recordaba absolutamente nada. No puedo soportar la idea de haber olvidado toda mi vida. Mi infancia, mis familia, mis amigos...—Pattie se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar.
Isabelle la abrazó con fuerza, al borde de las lágrimas.
—El hermano Zachariah dijo que la memoria volvería. Puede que antes, puede que después. Pero llegará el día en que podrás recordarlo todo.
—No se quien ese tal hermano Zachariah, pero ojalá tenga razón.
Isabelle le dirigió una dulce sonrisa, y Pattie se la devolvió.
—Deberíamos ir abajo. Tu hermano esta muy preocupado por ti.
Pattie asintió y se levantó despacio con la ayuda de Isabelle. Ésta contempló a la chica con gran tristeza. Lo más seguro es que no recordara que era una nefilim, por lo que tendrían que tener mucho cuidado al contárselo. Supuso que contarle que te dedicas a matar demonios a una persona mentalmente frágil no es una buena idea. Tendrían que ir con cuidado.
—¿Sabes que es lo peor?—susurró Pattie cuando llegaron al piso de abajo.—Que tengo la sensación de que he olvidado algo muy importante. Algo que si nunca llego a recordar, podría costarme la vida.

martes, 4 de septiembre de 2012

Capitulo 3.

Nota:  Quería pediros perdón a todos los que leéis esta historia, por la tardanza en subir nuevo capitulo, pero siendo sincera, me daba pereza ponerme a escribir. También aclarar el motivo por el cual he decidido poner privado el blog. Estoy empezando, no tengo muchos capítulos y en principio quiero sabes más o menos cuantas personas leen mi blog, por tener una idea. No descarto en un futuro cercano volver a abrir el blog para que todo el mundo entre y pueda leerlo. Y por último quiero aclarar que dos de los personajes que aparecen en este capitulo, Kendra y April, son personajes inventados por Sandra, (@KekaNefilim) no son de mi invención. Gracias a todos los lectores, espero que os guste el capitulo.  Y recordad que podéis dejar un comentario si queréis jejejeje.


Isabelle caminaba lentamente por el pasillo. Después de una noche un tanto ajetreada había decidido ir a la cocina y desayunar algo, para luego investigar sobre aquel extraño demonio que la había atacado. Sus pies desnudos se deslizaban pesadamente sobre la moqueta que cubría los pasillos del Instituto. Mientras avanzaba por los largos corredores un sonido suave llego a sus oídos. Cambió de dirección para descubrir de donde procedía la música. La melodía tocada a piano no le resultaba familiar, pero sin embargo le trajo muchos recuerdos de su infancia. Se acercó a la puerta y observó la escena. Su padre se encontraba en la banqueta sentado, y deslizaba sus dedos por las teclas del piano con gran maestría. Por un momento Isabelle paso por alto a su madre, la cual estaba sentada en un pequeño sofá cerca del piano. Clary se levantó y se sentó junto a Jace en la banqueta del piano. Los ojos de su madre brillaban al contemplar a Jace, mientras que este exhibía una sonrisa torcida.
Hace años que no tocabas esa canción —dijo Clary.
La última vez que la toqué, si no recuerdo mal, una chica muy bonita estaba aquí conmigo. Era pelirroja, ojos verdes, bajita, quizá te suene.
Se te ha olvidado, esa chica llevaba una ropa excesivamente grande, que le quedaba fatal, ya que un chico muy apuesto decidió quemar su ropa.
Ambos rieron.
Da igual que la ropa de Isabelle te estuviese enorme. Estabas preciosa. Siempre lo estás.
¿Incluso cubierta de icor y sangre?
Sobre todo cubierta de icor y sangre.
Isabelle no pudo evitar sonreír. Siempre había admirado, y en cierto modo envidiado, la forma en la que su madre y su padre se querían. A veces daba la impresión de que su amor era infinito, de que podía romper barreras, ganar guerras. Y lo era. Isabelle retrocedió y se encaminó hacia la cocina deseando que algún día ella pudiera sentir lo mismo por alguien.


Cuando llegó a la cocina Isabelle se encontró con que sus tíos, Magnus y Alec estaban allí. Ambos exhibían signos de preocupación.
¿Que ha pasado? —preguntó Isabelle, nerviosa.
Pattie ha despertado, pero...
A Magnus no le dio tiempo de decir nada más. Isabelle salió rápidamente de la habitación y se encaminó hacia la enfermería. Ser paró en la puerta y miró hacia el interior de la sala. Dave se encontraba en una silla, con aspecto cansado, y Pattie dormía en ese momento. Isabelle se acercó lentamente hacia el lugar en el que se encontraba Dave.
¿Como está?— pregunto preocupada.
Físicamente, bien. —Respondió Dave— Tiene algunos moretones debidos a la pelea, pero nada grave. Sin embargo...
¿Sin embargo qué? ¿Que ha pasado?
Cuando cayó se dio un fuerte golpe en la cabeza, que le ha provocado amnesia temporal. No recuerda nada.
Oh dios...
Ni siquiera sabe como me llamo. —Isabelle veía una expresión tan triste en sus ojos que sintió deseos de abrazarle. Y lo hizo. Este se resistió al principio, pero le devolvió el abrazo con cierta cautela.
Gracias por tu apoyo —dijo en voz baja.
Esto es culpa mía. Lo único que hice fue enfurecer a esa cosa. Lo siento. Lo siento mucho.
¿Que? No. No es tu culpa, no tienes nada que ver en esto ¿me entiendes? No es culpa tuya.
Isabelle asintió levemente.
¿Esta dormida?—preguntó Isabelle.
Si. Y no creo que despierte en un buen rato. —En ese momento, el estomago de Dave rugió.
Deberías comer algo.
Es igual, luego iré a la cocina y...
No. Ven. Conozco un sitio estupendo.



Cuando entraron a Taki's el dulce olor a miel invadió sus fosas nasales. Isabelle y Dave se encaminaron hacia la una mesa que se encontraba en la parte mas alejada del bar.
¿Y este sitio?— dijo Dave mientras tomaba asiento.
Mis padres venían mucho aquí cuando tenían mi edad. Tienen unos batidos deliciosos.
Ambos pidieron sus respectivos desayunos y observaron con detenimiento el restaurante. No había mucha gente. Unas cuantas mesas más al fondo había una chica pelirroja que vestía con un gran mono negro ajustado, y una chica morena y de pelo largo sentada en frente de ella. Y un par de mesas a la izquierda había un chico de pelo negro y ojos verdes con una vampira de ojos azules.
Después de prácticamente engullir sus huevos revueltos, Dave se quedó mirando fijamente a la chica pelirroja del otro lado del restaurante.
Siempre he querido tener el pelo así. —Comentó Isabelle.— Aunque el Ángel me dotó con un bonito pelo negro que no se puede aclarar.
Dave dio un pequeño respingo y se quedó mirando fijamente a Isabelle. Esta apartó la vista rápidamente.
Tu hermana...¿se recuperará?
Si. O eso dicen.— La sombra triste volvió a su mirada. Pero había algo mas. Miedo. —Pero no saben cuanto tiempo tardará. Podrían ser días. Meses. Años. Es imposible saberlo.
No te preocupes. Se recuperará, tarde o temprano.
En ese momento la chica pelirroja dio un fuerte puñetazo en la mesa haciendo que todo el bar se sobresaltara.
¡No pienso aliarme con esa gente! ¿Me entiendes, April? ¡Ni de broma!
Kendra, tranquilizate, nos está mirando todo el mundo.
¿Y a mi que narices me importa? ¡Que me miren! ¡Les doy una foto si quieren!—dijo la chica pelirroja levantándose de la silla estrepitosamente.
La chica pelirroja salió del restaurante seguida por su compañera. Isabelle y Dave se miraron con sorpresa. Después de pagar la cuenta salieron fuera, donde volvieron a encontrarse con las jóvenes nefilim. Estas seguían discutiendo, pero ambas pararon al ver acercarse a Isabelle y su compañero.
¿Y vosotros que queréis? —dijo Kendra con desprecio. —Si queréis ver un espectáculo, iros al circo.
Perdonad a mi parabatai. —dijo la otra chica. —Es de armas tomar.
Ya veo.—Susurró Isabelle.
¿Quienes sois? —preguntó Dave con autoridad.
Yo soy Kendra Carstairs. —dijo la chica pelirroja algo mas calmada. —Y ella es mi parabatai, April.
¿No vas a decir mi apellido? —dijo la morena ofendida.
No se cual es tu apellido. Y si te soy sincera tampoco me importa. —April miro con estupefacción a su parabatai, negó con la cabeza y volvió la vista hacia Dave e Isabelle.
No os preocupéis, solo estamos de paso. Hemos venido ha investigar con unos amigos, nos iremos en unos días.—dijo April.
Espero que así sea.— dijo Dave con dureza en la mirada.
Tampoco te pongas chulito...—masculló Kendra.
Ya nos vamos. —dijo April. Y ambas desaparecieron al final de la calle, no sin que Kendra se despidiera con un gesto obsceno con el dedo.
Dave e Isabelle se miraron perplejos y emprendieron rumbo de vuelta al Instituto.



Cuando llegaron al Instituto, Isabelle y Dave se dirigieron a la enfermería para visitar a Pattie. Pero ella no estaba allí. Fueron a la cocina, a la sala de armas, y por ultimo a la biblioteca, donde Jace, Magnus, Clary y Alec estaban reunidos.
Mama, papa...¿donde esta Pattie? ¿Por que no está en la enfermería? —pregunto Isabelle mientras veía como Dave palidecía hasta adquirir un tono de piel alarmante.
No sabemos como ha pasado, estaba ahí, y de repente...
Ve al grano.—dijo Dave.
Jace suspiró.
No sabemos donde está. Pattie ha desaparecido.

lunes, 6 de agosto de 2012

Capitulo 2.



Isabelle se removió nerviosa en su cama, mientras su mirada se clavaba en la chica. Después del ataque de aquel demonio, Dave, el chico que la haba salvado, cogió a Isabelle y a Pattie, la chica que se hallaba inconsciente en el callejón, y las había arrastrado hasta la puerta del Instituto, donde Jace haba llevado a su hija hasta la enfermera. Isabelle haba despertado horas después, tras sufrir un desmallo a causa del estrés. Al abrir los ojos se encontró con el hermano Zachariah examinando a Pattie. Según el Hermano Silencioso, la chica haba sufrido una picadura de aquel monstruo, por lo que no se sabía cuando iba a despertar, ni siquiera, si iba a hacerlo algún día. Isabelle contempló la expresión de suma tristeza cruzando el rostro de Dave mientras el Hermano Zachariah hablaba. Después de dirigirle una mirada sombra a Dave, Jace y el Hermano Silencioso abandonaron la enfermera dejando solos a Isabelle, Dave y Pattie.
Isabelle abrió la boca un par de veces con la intención de decir algo para consolar a Dave, pero ¿que se le dice a alguien que no sabe si volver a hablar con su hermana?
Al final fue Dave el que habló.
—Deberías descansar, te has dado un buen golpe en la cabeza.
—No, estoy bien.
—Bueno, tu eliges. Es tu salud —dijo con una sonrisa asomando por sus labios. Isabelle no se había fijado muy bien en el, pero tenía que reconocer que era realmente guapo. No era ese tipo de chicos con una belleza tan obvia, si no más bien una belleza contenida. Su pelo moreno claro, casi podría pasar por rubio oscuro, le caía sobre los ojos; unos ojos grandes y grises con largas pestañas. Si te fijabas bien, en sus mejillas parecían pequeñas pecas que le daban el aspecto de un niño grande. Levaba una sudadera la cual parecía unas tallas más grande de lo normal, y unos baqueros desgastados y rotos por las rodillas. Isabelle se preguntó donde narices guardaría aquel chico las armas.
—Oye...—Isabelle apartó la vista rápidamente en cuanto Dave comenzó a hablar—. He perdido el ultimo cuchillo serafín que me quedaba y...bueno, me preguntaba si podrías dejarme uno. No me gusta ir desarmado.
—¿Que? Oh, por supuesto, iremos a la sala de armas. —Isabelle se incorporó de la cama y al sacar las piernas de la cama se percató de que estaba en ropa interior. Dave enrojeció notablemente y salió de la estancia dando grandes zancadas y susurrando algo que sonaba a una disculpa.
Isabelle se levantó y quitó la sabana de la cama, con la que se cubrió el cuerpo. Después fue hacia su habitación, y después de darse una ducha y vestirse, partió en busca de Dave.




Después de dar vueltas durante casi 15 minutos, Isabelle entró en la biblioteca con la esperanza de encontrar a Dave. Pero en lugar del muchacho, se encontró con una cara conocida, la cual se sorprendía mucho de ver.
¡Tío Magnus! —Isabelle se lanzó a los brazos del brujo. — ¿Que haces aquí? ¿Alec también ha venido?
Me ha llamado tu padre. Me ha dicho que han traído una chica con una fuerte picadura venenosa de algún tipo de demonio, y ha pensado que podría intentar curarla. Y dado que hace tanto tiempo que tu tío y yo no pasábamos por aquí, hemos decidido venir a haceros una visita, y ayudar en lo que podamos.
Pero tío Magnus, tu ya no eres...
No, pero sigo teniendo contactos pastelito.
Tengo que ir a buscar a...un amigo.
­—¿Ese chico tan mono que acaba de estar aquí hace un rato?
¿Sabes donde ha ido?
Me preguntó donde estaba la sala de armas, así que prueba a buscarle allí.
Muchas gracias.
Isabelle salió apresuradamente de la habitación y se dirigió a la sala de armas, donde por fin, encontró a Dave, el cual, se volvió a sonrojar levemente al verla.
Te estaba buscando...¿Donde te habías metido?
El chico vaciló antes de responder.
Estaba buscando la sala de armas, por lo del cuchillo serafín, ya sabes.
Ah, claro.
Ambos se sumieron en un profundo silencio mientras Dave recogía uno de los cuchillos serafines y le daba el nombre de un ángel.
Oye... Isabelle titubeó ¿Te puedo hacer una pregunta?
—Claro.
—¿Como sabías donde estábamos? Es decir, cuando bajé a socorrer a Pattie miré por los alrededores para comprobar si había alguien, pero no había nadie en varias calles cercanas.
—Bueno, supongo que tuve suerte — dijo Dave con los ojos entreabiertos— . Me voy a la enfermería. Quiero estar allí por si Pattie despierta.
Y se marchó.



Después de cenar, Isabelle había pasado por la enfermería para llevarle algo de comer a Dave, ya que este se negaba totalmente a dejar sola a su hermana. Isabelle le miraba con tristeza, y la idea de que aquella chica nunca despertaría paso fugazmente por su cabeza, aunque desechó totalmente esa idea.
Ahora se encontraba en su habitación, tumbada sobre la cama. La tenue luz de la luna que se filtraba por la ventana le iluminaba el rostro. Se sentía totalmente incapaz de dormir, debido a todos los acontecimientos de aquel día. Pero lo que en realidad no le dejaba dormir era un extraño pensamiento que no hacía más que rondar sus pensamientos: Que era Dave quien había planeado el ataque. Y que ella era el objetivo.

miércoles, 11 de julio de 2012

Capitulo 1.





Un destello de luz plateado hizo que se volviera. <<No debes preocuparte, estas aquí, en el Instituto, a salvo. Aquí nadie puede hacerte daño>>. Cuando saltó desde la barra de equilibrio, sus pies aterrizaron en el suelo con la firmeza que solo podía tener un nefilim. Sin embargo, ella nunca sería tan buena como sus hermanos. Ella era la pequeña de su familia, formada por una hermana, un hermano, ella y sus padres. Sus hermanos, que eran gemelos, tenían 18 años, y ambos habían ingresado ya en la Clave. Tenía que oír constantemente los halagos a sus hermanos, mientras que ella quedaba sumida en una extraña indiferencia por parte de todo el mundo. No es que ella luchara peor que sus hermanos, no le llevaban tanta diferencia, pero ella nunca podría comprarse con ellos. Su hermano Gabriel, era, literalmente, un ángel caído del cielo. Su pero rubio y rizado le caía por las sienes, y sus ojos verdes destellaban como esmeraldas. Su hermana Elisabeth era lo mas parecido a una modelo, según los mundanos. Su pelo, de un rojo fuego le caía por la espalda como una llamarada ardiente, y sus ojos, tal y como los de Gabriel, inundaban con un destello verde la estancia. Lo único que ella había heredado de sus padres fueron los ojos. Ojos dorados como el oro, aunque era un contraste raro con su melena negra como la tinta. Todo el mundo le decía que era igualita que su tía, por eso le pusieron Isabelle. No era fácil ser la hija de Jace y Clary Herondale. Ella conocía perfectamente la historia de sus padres, como su abuelo, Valentine, intento exterminar a todos los cazadores de sombras, guiado por la locura. Sus padres le contaron la historia cuando fue lo suficiente mayor para entenderla, aunque como era lógico, ella sabía que sus padres eran famosos. La historia le había infundido, miedo y a la vez, admiración, tanto por la valentía de sus padres, como por el amor que sentían uno por el otro. Isabelle sacudió la cabeza, haciendo que algunos mechones de cabello se le soltaran del moño. Se miro a uno de los espejos de la sala de entrenamiento y se pregunto como podía tener tanto parecido físico con alguien que ni siquiera era de su familia.
Salió de la sala de entrenamiento dando grandes zancadas y dirigiéndose a la azotea. Había veces, en el que el mundo se volvía tan pequeño, que le costaba respirar, y entonces, subía allí, y la sensación del viento el la cara, la relajaba. Pero ni siquiera eso ahuyentaba sus pesadillas. Las tenía desde hacía un par de años. En ellas, se enfrentaba a los demonios mas aterradores que nunca hubiera visto, aunque ella ni siquiera estaba segura de que estos existieran realmente. Por eso ella no podía compararse con sus hermanos. Cada vez que se enfrentaba a un demonio que tuviera alguna cualidad parecida a los demonios de sus sueños, se ponía a temblar y prácticamente era incapaz de moverse. Aflojo el paso cuando fue consciente de que iba corriendo por los corredores del Instituto mientras sus manos sangraban a causa de haber apretado las uñas contra la palma. Isabelle respiró hondo y empujo la puerta que conducía a la azotea.
El aire fresco le agito el cabello, haciendo que un escalofrío recorriera su cuerpo. Le gustaba estar allí, donde se sentía libre y sin ataduras. Se sentó en el filo del edificio y contemplo la maravillosa ciudad de Nueva York. Nunca se le habría ocurrido un lugar mejor para vivir, le gustaba Londres, pero no podía compararse con la ciudad en la que había estado toda su vida. Sacó una pequeña daga que siempre llevaba guardada en la pierna y miro el puñal, donde su nombre estaba grabado en letras doradas. Isabelle Herondale. Llevar ese apellido tenía una gran responsabilidad. Sus padres habían sido muy famosos, y ahora el buen nombre de la familia recaía también en sus hermanos. ¿Y si nunca llegaba a ser tan buena como Gabriel y Elisa? ¿Ella siempre iba a quedar en la sombra? No es que deseara la fama, pero el constante recuerdo de sus hermanos la hacía enfurecerse. Les quería, pero les envidiaba. Un grito indudablemente femenino la saco de sus pensamientos ¿Que había sido eso? Iz se inclino sobre el borde del edificio, que daba a un callejón, donde vislumbró una figura que se agazapaba entre las sombras. Sin pensárselo dos veces, bajo apresuradamente por las escaleras del instituto hasta llegar al callejón donde había oído los gritos. Analizo la escena con todo el detenimiento que pudo.
Una chica de unos 16 años se encontraba frente a una criatura monstruosa blandiendo uno de sus cuchillos serafines. El demonio, que a primera vista podía parecer una serpiente, si no fuera por su enorme tamaño, se abalanzo contra la chica de ojos azules haciendo que esta cayera al suelo junto con su arma. La chica se había quedado inmóvil. Isabelle se temió lo peor, y haciendo caso de su instinto intento llamar la atención del demonio para evitar que este devorara a la chica. En el fondo Isabelle deseaba que esa chica no hubiera muerto. Lo que paso a continuación fue muy confuso. Isabelle saco su daga y la lanzó hacia el demonio, pero este logró atraparlo con la cola en el aire, evitando así que se clavara en su escamado cuerpo. Isabelle retrocedió y miró a su alrededor, buscando algo que pudiera servirle de arma contra aquella bestia. El demonio intentó asestarle un golpe, pero Isabelle lo esquivó, aunque cuando la bestia volvió a atacar no tuvo tanta suerte. El demonio le asestó un golpe con su cola, en la cual había pequeñas puás incrustadas, probablemente venenosas, y golpeó a Isabelle en el brazo derecho. Sin embargo, y no cediendo ante la desesperación, Isabelle intento de nuevo atacar al demonio con el cuchillo serafín que la chica había dejado caer. Esta vez el arma consiguió alcanzar a la bestia y provocarle una fuerte herida. El demonio cayó al suelo, aparentemente muerto, mientras que Isabelle se acercaba a ayudar a la muchacha que se encontraba al fondo del callejón.
Isabelle soltó un suspiro de alivio al comprobar que la chica aun tenia pulso. Pero era muy débil, así que decidió que lo mejor era llevarla al Instituto a que le echaran un vistazo, y también a ella, ya que su brazo no paraba de sangrar y de expulsar un extraño liquido verde claro. Agarró a la chica como pudo, ya que ella no era especialmente alta, ni especialmente fuerte, pero logró sostenerla con el brazo sano. Avanzó hasta la entrada del callejón cuando un ruido ensordecedor a su espalda llamo su atención. El demonio, que hasta hacía unos minutos, se encontraba en el callejón, totalmente vivo y furioso. Sin esperar ninguna reacción por parte de las chicas se abalanzó sobre ellas, y mordió a Isabelle en la pierna con sus enormes colmillos. Entonces apareció, como una visión, un chico de pelo castaño blandiendo un cuchillo serafín, y degolló a la bestia que había atacado a ambas chicas.
Isabelle se sentía mareada, y muy cansada, por lo que la chica que sostenía cayó al suelo, y ella no tardó en acompañarla.
Y entonces todo se tornó oscuro.