Un
destello de luz plateado hizo que se volviera. <<No debes
preocuparte, estas aquí, en el Instituto, a salvo. Aquí nadie puede
hacerte daño>>. Cuando saltó desde la barra de equilibrio,
sus pies aterrizaron en el suelo con la firmeza que solo podía tener
un nefilim. Sin embargo, ella nunca sería tan buena como sus
hermanos. Ella era la pequeña de su familia, formada por una
hermana, un hermano, ella y sus padres. Sus hermanos, que eran
gemelos, tenían 18 años, y ambos habían ingresado ya en la Clave.
Tenía que oír constantemente los halagos a sus hermanos, mientras
que ella quedaba sumida en una extraña indiferencia por parte de
todo el mundo. No es que ella luchara peor que sus hermanos, no le
llevaban tanta diferencia, pero ella nunca podría comprarse con
ellos. Su hermano Gabriel, era, literalmente, un ángel caído del
cielo. Su pero rubio y rizado le caía por las sienes, y sus ojos
verdes destellaban como esmeraldas. Su hermana Elisabeth era lo mas
parecido a una modelo, según los mundanos. Su pelo, de un rojo fuego
le caía por la espalda como una llamarada ardiente, y sus ojos, tal
y como los de Gabriel, inundaban con un destello verde la estancia.
Lo único que ella había heredado de sus padres fueron los ojos.
Ojos dorados como el oro, aunque era un contraste raro con su melena
negra como la tinta. Todo el mundo le decía que era igualita que su
tía, por eso le pusieron Isabelle. No era fácil ser la hija de Jace
y Clary Herondale. Ella conocía perfectamente la historia de sus
padres, como su abuelo, Valentine, intento exterminar a todos los
cazadores de sombras, guiado por la locura. Sus padres le contaron la
historia cuando fue lo suficiente mayor para entenderla, aunque como
era lógico, ella sabía que sus padres eran famosos. La historia le
había infundido, miedo y a la vez, admiración, tanto por la
valentía de sus padres, como por el amor que sentían uno por el
otro. Isabelle sacudió la cabeza, haciendo que algunos mechones de
cabello se le soltaran del moño. Se miro a uno de los espejos de la
sala de entrenamiento y se pregunto como podía tener tanto parecido
físico con alguien que ni siquiera era de su familia.
Salió
de la sala de entrenamiento dando grandes zancadas y dirigiéndose a
la azotea. Había veces, en el que el mundo se volvía tan pequeño,
que le costaba respirar, y entonces, subía allí, y la sensación
del viento el la cara, la relajaba. Pero ni siquiera eso ahuyentaba
sus pesadillas. Las tenía desde hacía un par de años. En ellas, se
enfrentaba a los demonios mas aterradores que nunca hubiera visto,
aunque ella ni siquiera estaba segura de que estos existieran
realmente. Por eso ella no podía compararse con sus hermanos. Cada
vez que se enfrentaba a un demonio que tuviera alguna cualidad
parecida a los demonios de sus sueños, se ponía a temblar y
prácticamente era incapaz de moverse. Aflojo el paso cuando fue
consciente de que iba corriendo por los corredores del Instituto
mientras sus manos sangraban a causa de haber apretado las uñas
contra la palma. Isabelle respiró hondo y empujo la puerta que
conducía a la azotea.
El
aire fresco le agito el cabello, haciendo que un escalofrío
recorriera su cuerpo. Le gustaba estar allí, donde se sentía libre
y sin ataduras. Se sentó en el filo del edificio y contemplo la
maravillosa ciudad de Nueva York. Nunca se le habría ocurrido un
lugar mejor para vivir, le gustaba Londres, pero no podía compararse
con la ciudad en la que había estado toda su vida. Sacó una pequeña
daga que siempre llevaba guardada en la pierna y miro el puñal,
donde su nombre estaba grabado en letras doradas. Isabelle Herondale.
Llevar ese apellido tenía una gran responsabilidad. Sus padres
habían sido muy famosos, y ahora el buen nombre de la familia recaía
también en sus hermanos. ¿Y si nunca llegaba a ser tan buena como
Gabriel y Elisa? ¿Ella siempre iba a quedar en la sombra? No es que
deseara la fama, pero el constante recuerdo de sus hermanos la hacía
enfurecerse. Les quería, pero les envidiaba. Un grito indudablemente
femenino la saco de sus pensamientos ¿Que había sido eso? Iz se
inclino sobre el borde del edificio, que daba a un callejón, donde
vislumbró una figura que se agazapaba entre las sombras. Sin
pensárselo dos veces, bajo apresuradamente por las escaleras del
instituto hasta llegar al callejón donde había oído los gritos.
Analizo la escena con todo el detenimiento que pudo.
Una
chica de unos 16 años se encontraba frente a una criatura monstruosa
blandiendo uno de sus cuchillos serafines. El demonio, que a primera
vista podía parecer una serpiente, si no fuera por su enorme tamaño,
se abalanzo contra la chica de ojos azules haciendo que esta cayera
al suelo junto con su arma. La chica se había quedado inmóvil.
Isabelle se temió lo peor, y haciendo caso de su instinto intento
llamar la atención del demonio para evitar que este devorara a la
chica. En el fondo Isabelle deseaba que esa chica no hubiera muerto.
Lo que paso a continuación fue muy confuso. Isabelle saco su daga y
la lanzó hacia el demonio, pero este logró atraparlo con la cola en
el aire, evitando así que se clavara en su escamado cuerpo. Isabelle
retrocedió y miró a su alrededor, buscando algo que pudiera
servirle de arma contra aquella bestia. El demonio intentó asestarle
un golpe, pero Isabelle lo esquivó, aunque cuando la bestia volvió
a atacar no tuvo tanta suerte. El demonio le asestó un golpe con su
cola, en la cual había pequeñas puás incrustadas, probablemente
venenosas, y golpeó a Isabelle en el brazo derecho. Sin embargo, y
no cediendo ante la desesperación, Isabelle intento de nuevo atacar
al demonio con el cuchillo serafín que la chica había dejado caer.
Esta vez el arma consiguió alcanzar a la bestia y provocarle una
fuerte herida. El demonio cayó al suelo, aparentemente muerto,
mientras que Isabelle se acercaba a ayudar a la muchacha que se
encontraba al fondo del callejón.
Isabelle
soltó un suspiro de alivio al comprobar que la chica aun tenia
pulso. Pero era muy débil, así que decidió que lo mejor era
llevarla al Instituto a que le echaran un vistazo, y también a ella,
ya que su brazo no paraba de sangrar y de expulsar un extraño
liquido verde claro. Agarró a la chica como pudo, ya que ella no era
especialmente alta, ni especialmente fuerte, pero logró sostenerla
con el brazo sano. Avanzó hasta la entrada del callejón cuando un
ruido ensordecedor a su espalda llamo su atención. El demonio, que
hasta hacía unos minutos, se encontraba en el callejón, totalmente
vivo y furioso. Sin esperar ninguna reacción por parte de las chicas
se abalanzó sobre ellas, y mordió a Isabelle en la pierna con sus
enormes colmillos. Entonces apareció, como una visión, un chico de
pelo castaño blandiendo un cuchillo serafín, y degolló a la
bestia que había atacado a ambas chicas.
Isabelle
se sentía mareada, y muy cansada, por lo que la chica que sostenía
cayó al suelo, y ella no tardó en acompañarla.
Y
entonces todo se tornó oscuro.
Me encanta como empieza!!! :-) Sigue escribiendo!!!
ResponderEliminar¡Gracias! Intentaré subir el segundo capitulo lo mas pronto posible :3
EliminarMe ha gustadoo!!! Quiero saber más! Ö
ResponderEliminarUn besoo guapa!! :33
¡Me alegro mucho! Un besito.
Eliminar