lunes, 7 de enero de 2013

Capitulo 4.


Dave palideció hasta el punto en que Isabelle pensó que iba a desmayarse de un momento a otro. Pero no lo hizo. Ni siquiera se sentó. Se limitó a apretar los puños y entonces comenzó a gritar.
Jace, su padre, intentaba calmarse, pero con Dave culpándolo por la desaparición de su hermana no era una tarea fácil. Ambos se enzarzaron en una discusión mientras Isabelle salía de la habitación con los ojos llorosos. Odiaba cuando la gente gritaba. No podía soportarlo. Entró en su habitación, la que anteriormente había pertenecido a su tía. Se tumbo sobre la colcha color azul y contempló el techo de su habitación. Decidió subir a la sala de entrenamiento para descargar un poco de estrés luchando, y no hacerlo con los caros muebles que adornaban el Instituto. Recorrió el Instituto hasta llegar a su destino. Al llegar allí un familiar olor a metal mezclado con el olor a gimnasio la envolvió. Cogió uno de los cuchillos que se encontraban en la pared y empezó a combatir contra un enemigo invisible mientras su cabeza no paraba de hacer conjeturas sobre la desaparición de Pattie. Su destreza era impresionante, pero no tanto como su rapidez. Sus movimientos era rápidos y gráciles como los de una pantera. Sus ojos dorados y su melena negra le daban un aspecto peligroso y letal.
El cuerpo de Isabelle estaba cargado de adrenalina, tanto que cuando unos fuertes brazos la rodearon por detrás no lograron contenerla.
—Relajate fiera. —dijo una voz familiar a sus espaldas.
Lo primero que vio Isabelle al darse la vuelta fue un pelo rubio, y unos ojos esmeralda que la miraban divertidos. Una sonrisa asomo en los labios de la chica mientras corría a abrazar a su hermano. El la estrechó entre sus brazos con fuerza.
—¡Gabriel! ¿Que haces aquí?
—Vaya, yo también me alegro de verte. —Isabelle sacudió la cabeza con una sonrisa.
—Sabes que me alegro de que estés aquí. Pero esto cada vez más parece una reunión familiar. ¿Que pasa? ¿Hay una fiesta y no he sido invitada?
—Tengo una buena y una mala noticia.—dijo Gabriel, de repente con semblante serio.
—¿Y bien?
—Si que hay una fiesta. La mala noticia es que no estas invitada.
Después de unos segundos,  preguntó:
—Bueno, ¿cual es la buena noticia?
Entonces la apareció en el rostro de Gabriel una sonrisa de medio lado. En ese momento Isabelle vio en su hermano el rostro de su padre.
—La buena noticia es que puedo colarte.



Isabelle se contemplaba en el espejo mientras el vapor inundaba la habitación. Su piel blanca y su pelo negro hacía que sus ojos dorados resaltaran en su rostro. El espejo mostraba un cuerpo delgado, de estatura media. Músculos definidos, pero no demasiado. Y cicatrices. Finas cicatrices que recorrían todo su cuerpo. Algunas eran tan leves que no se percibían si no te fijabas demasiado, otras no tanto. Algunas pertenecían a antiguas marcas ya desaparecidas, otras eran debidas a las múltiples luchas a lo largo de los años. Era el cuerpo de un nefilim. Los nefilim estaban destinados a morir jóvenes. La mayoría de ellos jamas llegarían la vejez. Jamás tendrían hijos o nietos. La muerte estaba presente siempre en sus mentes y en su vida. Se suponía que ellos estaban preparados para enfrentarse a la muerte de un ser querido. Pero Isabelle no podía soportar la idea de perder a Gabriel, a sus padres o incluso a Dave y Pattie. Se sentía comprometida con los hermanos, ya que uno de ellos le había salvado la vida. Luego pensó en Elisabeth, pero sacudió la cabeza con un rápido movimiento. No le gustaba pensar en ella. Abrió la puerta de baño, lo que le provocó un escalofrío debido al cambio de temperatura. Se puso unos baqueros y una camiseta. No solía preocuparse demasiado por su ropa, en especial cuando estaba en el Instituto. Salió de su habitación y se encontró con Gabriel, apoyado en la pared.
—Madre mía, princesita ¿cuanto tiempo necesitas para darte una ducha?
—No me llames princesita—dijo intentando parecer dura. Pero se le escapó una sonrisa.— Sabes que lo odio.
—Lo se. Y es por eso que no voy a dejar de hacerlo.
Isabelle le dio un suave puñetazo en el brazo mientras su hermano reía.
—Bueno ¿donde es la fiesta?
—En la biblioteca, madame.
—¿Una fiesta en la biblioteca? Vaya, por fin vamos a hacer algo que me gusta.
Ambos caminaron a lo largo del Instituto hasta situarse a las puertas de la biblioteca. Gabriel abrió la boca pero negó con la cabeza y empujo las puertas de la biblioteca. En esta esta estaban: su padre , Jace, estaba sentado detrás del escritorio. Su madre estaba situada de pie, detrás del sillón en el que se encontraba su padre.
La mirada de Jace reflejaba seriedad mientras que en la de Clary podía verse preocupación. Al otro lado de la sala se encontraba Dave, apoyado sobre una pared. Su rostro mostraba cansancio, angustia y frustración. Para sorpresa de Isabelle, al fondo de la sala una figura esbelta la examinaba detenidamente.
—Ya estamos todos. —dijo Jace.
—Bueno ¿a que se debe la reunión? —preguntó.
—Mi hermana esta desaparecida. ¿Le parece a la señorita suficiente razón para convocar una reunión?— dijo Dave levantando la voz.
Gabriel le dirigió una mirada envenenada y le señaló con el dedo índice.
—No te pases chico. No te pases. —Dave le sostuvo la mirada, desafiante, hasta que Isabelle colocó una mano en el hombro de su hermano y este apartó la mirada, no sin antes lanzar una mirada de desprecio a Dave.
—Vaya, cuando me invitaron a esta fiesta pensaba que iba a ser un muermo, pero al final esta siendo entretenida.
—Oh, por el Ángel, cállate Elisabeth— dijo Isabelle poniendo los ojos en blanco.
Elisabeth le dirigió una mirada de desprecio.
—Tu no me das ordenes, enana as-
—Ya basta. —sentenció Jace con una voz severa.— Hay una nefilim desaparecida, no tenemos tiempo para vuestras tonterías. —Clary apretó el hombro de su marido y este suspiró. En su cara se reflejaba un gran agotamiento.
Después de una pausa su padre volvió a hablar:
—Organizaremos una búsqueda por los alrededores del Instituto. Isabelle, tu y Gabriel revisad de nuevo el Instituto. No creo que la encontréis, pero es mejor asegurarse. —miro a Dave. — Esta débil, no puede haber ido muy lejos.
Los hermanos asintieron y salieron de la biblioteca. Caminaron en silencio, mirando en todas las habitaciones del Instituto. Tras largo rato en silencio, Isabelle habló:
—Gabriel, ¿se puede saber que hace Elisabeth aquí? ¿Tu sabias que venía?
—No, no lo sabía—respondió su hermano.— Y tengo la sensación de que papa y mama tampoco. Ni siquiera se por qué ha venido.
—¿Y tu? ¿Por qué has venido?
—Como sabes, hace poco se firmaron los Acuerdos, y tuve que viajar a Idris para vigilar el salón de los Acuerdos. Después de lo de Valentine la Clave es muy precavida y hay muchísima vigilancia en todos los alrededores. —ambos callaron durante unos segundos debido a la mención de su fallecido abuelo. — Allí me encontré con tío Alec y tío Magnus. Me dijeron que venían hacia aquí, así que decidí pasarme yo también a hacer una visita. Pero desconozco los motivos de Elisabeth para haberse presentado aquí. Hacía años que no la veía.
Y era cierto. Elisabeth nunca fue la hermana más simpática y buena que cuida de su hermanita pequeña. Es mas, siempre fue fría y calculadora. Y cruel, muy cruel. Isabelle no la odiaba, pero no sentía ningún afecto por ella. Gabriel sin embargo, le guardaba cariño. Eran mellizos, y en su niñez habían estado muy unidos. Cuando Elisabeth creció empezó a ir con la gente equivocada. Según le había contado Gabriel, Elisabeth tuvo un problema muy gordo con los vampiros que casi le cuesta la vida. Fue algo de un rollo amoroso con un tal Raphael, creía recordar Isabelle.
—Sea como sea, —dijo al fin Gabriel.— acabaremos averiguando el motivo por el que ha regresado.
Isabelle asintió y se dirigió a otra de las habitaciones para seguir buscando a Pattie. Después de revisar todo el Instituto sin ningún resultado, Gabriel fue a ayudar a sus padres y Dave, mientras que Isabelle se quedó en el Instituto, por si Pattie decidía volver. Se sentía cansada, preocupada y un tanto agobiada. Así que decidió subir a la azotea, su lugar para escapar del mundo.
Subió las escaleras y al abrir la puerta, un escalofrío recorrió su espalda. La temperatura de fuera era agradable para estar en Febrero, pero seguía haciendo frío en la calle. Se sentó en el borde del edificio. El mismo lugar donde un par de días antes había advertido el grito de terror de una chica. Y ahora esa chica estaba desaparecida por su culpa. No podía evitar pensar que si ella se hubiera quedado con Pattie, ahora ella estaría bien. No es que no se fiara de su destreza como cazadora de sombras, pero estaba muy débil y dudaba que dispusiera de armas. Un ruido a sus espaldas la hizo volver al presente. Detrás de uno de los conductos de ventilación asomaba una pequeña tira de trapo blanco. Isabelle no dudo ni un segundo. Se levantó sigilosamente, sin hacer ruido, y se encaminó hacia aquella misteriosa sombra que se derramaba sobre el suelo debido a la caída del sol. Sacó su daga, la que siempre llevaba encima, aunque si ella estaba en lo cierto, no le haría falta. Y efectivamente, no tuvo que utilizarla. Una figura pequeña se encontraba agazapada a sus pies. Su pelo moreno estaba enredado y sus ojos azules brillaban de terror.
—No me hagas daño, por favor.
La expresión de Isabelle se suavizó.
—Eh, tranquila Pattie. No voy a hacerte daño. Estoy aquí para ayudarte.
—¿Tu...me conoces? —dijo ella lentamente.
—No te había visto nunca. Hasta ayer. Intente salvarte de un demonio, pero al final fue tu hermano el que nos salvó a ambas.
—¿Mi hermano? ¿Es ese chico moreno tan mono es mi hermano, verdad?
—Si. —contestó Isabelle.
Ambas se quedaron calladas durante lo que para Isabelle pareció ser una eternidad. Sabía que tenía que avisar a los demás, pero no quería asustar a Pattie. Así que decidió esperar.
La chica miraba el cielo con aire pensativo.
—¿Por qué...—Isabelle hizo una pausa, pensando sus palabras— subiste aquí arriba?
—Me gusta este sitio. No se. Necesitaba aire, pero tenía miedo de salir a la calle. No se por qué, pero algo me decía que no era buena idea salir a la calle sin nadie que me acompañase.
—Hiciste bien.
Y ambas volvieron a callarse. Esta vez fue Pattie la que inicio la conversación.
—Están buscándome ¿verdad?
—Si.
—Es tan frustrante...cuando desperté no recordaba absolutamente nada. No puedo soportar la idea de haber olvidado toda mi vida. Mi infancia, mis familia, mis amigos...—Pattie se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar.
Isabelle la abrazó con fuerza, al borde de las lágrimas.
—El hermano Zachariah dijo que la memoria volvería. Puede que antes, puede que después. Pero llegará el día en que podrás recordarlo todo.
—No se quien ese tal hermano Zachariah, pero ojalá tenga razón.
Isabelle le dirigió una dulce sonrisa, y Pattie se la devolvió.
—Deberíamos ir abajo. Tu hermano esta muy preocupado por ti.
Pattie asintió y se levantó despacio con la ayuda de Isabelle. Ésta contempló a la chica con gran tristeza. Lo más seguro es que no recordara que era una nefilim, por lo que tendrían que tener mucho cuidado al contárselo. Supuso que contarle que te dedicas a matar demonios a una persona mentalmente frágil no es una buena idea. Tendrían que ir con cuidado.
—¿Sabes que es lo peor?—susurró Pattie cuando llegaron al piso de abajo.—Que tengo la sensación de que he olvidado algo muy importante. Algo que si nunca llego a recordar, podría costarme la vida.

2 comentarios:

  1. ¿Quieres seguir de una vez?!
    Quiero saber que es lo importante que ha olvidado, y todooo lo demás que ocurra! >.<
    Me dejas con la emoción D:

    Att: una fan tuya desesperada ;_;

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    1. Jajajajajajaja lo siento, he estado muy liada y eso, como ves ni siquiera me he metido en el blog para ver los comentarios, ¡lo siento!
      Pero hoy me ha venido la inspiración y ya casi tengo terminado el capítulo. Esta tarde lo subiré ¡lo prometo!

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